Cada uno os habréis quedado con diferentes reflexiones, dudas, sorpresas o ideas tras ver este capítulo sobre el futuro de la medicina, y espero que las discutamos en las redes sociales o en los comentarios de este post. Pero aquí, a modo de resumen —y motivación para los que no lo han visto todavía—, expongo los puntos que a mí más relevantes me parecieron. No es un editorial, sólo una excusa para ampliar el alcance del programa.

Idea de partida: Plantearnos llegar a los cien años con buena salud
Según el Instituto Nacional de Estadística, en estos momentos hay 15.000 centenarios en España; en 2030 habrá más de 45000; y en 2060, más de 370.000. Esto es revolucionario a muchos niveles, y requerirá adaptaciones sociales importantes. Pero incluso de manera individual, que un treintañero relativamente sano piense que cuidándose y aprovechando los avances médicos tiene buenas posibilidades de alcanzar los cien años de edad con buena salud, es algo que ninguno de nuestros padres se planteaba. Yo no descarto llegar a centenario, y en el programa exploro algunos avances que lo pueden permitir.
Carlos López Otín: El envejecimiento no está programado
No hay una programación genética que dicte el ritmo del envejecimiento de nuestras células. El envejecimiento es una acumulación de daños al organismo. Todos seguimos un ritmo “similar” porque estamos expuestos a los daños del sol, del oxígeno que respiramos, de la acumulación de errores genéticos, del tabaco… Pero, al igual que un coche se mantiene más nuevo en el garaje y sin forzarlo, si minimizamos los daños al organismo podemos envejecer a un ritmo más lento y alcanzar la “edad cronológica” de ochenta con una “edad biológica” de 65. En este sentido, el antienvejecimiento no busca extender sólo la última etapa de la vida, sino ampliarlas todas y tener a los cincuenta un cuerpo y células de cuarenta.
Es cierto que hay personas con una genética que les hace envejecer más rápido o más lento, pero, incluso con el mismo ADN, tu estilo de vida hace que tus células acumulen más o menos daños. Otín decía por ejemplo que el ejercicio y el ayuno sin pasar hambre activan rutas de autofagia (las células reciclan proteínas de orgánulos deteriorados), que extienden la esperanza de vida. Pero este es el antienvejecimiento “clásico” que nos puede llevar a los cien con buena salud.

López Otín citaba también los estudios con animales que viven más de 200 años, como algunas especies de ballena. En ellas han descubierto que tienen duplicados los genes de reparación de daño genético. ¿Podremos duplicar estos genes en humanos, o hacer algún tipo de antienvejecimiento más invasivo que nos permita pasar de los 120, o los 150? “Se podrá”, nos decía, invitándonos a su laboratorio a ver unos ratones a los que ya les han extendido la vida.
Ah… Y es interesante también que el estrés psicológico genere estrés físico y una respuesta inflamatoria que provoca daños celulares y contribuye al envejecimiento, o el concepto de sincronía celular en el organismo: si un órgano envejece (piel por exposición a radiación o pulmones por tabaco), hay señales celulares que transmiten esta agresión al resto del cuerpo.
María Blasco: “Publicar un nature no tiene mérito” + Lucha contra el cáncer
El sesenta por ciento de los cánceres que hace tres décadas eran mortales ahora se curan. Con María discutimos los tratamientos más personalizados y precisos contra el cáncer, como la inmunoterapia o unos ratones avatares que utilizan de una manera muy pionera en su laboratorio: cogen pedacitos de tumor de un paciente, los ponen en varios ratones, prueban diferentes fármacos en cada ratón, y el que mejor funciona es el que aplican al paciente. (Apunte: los grabamos pero decidimos no mostrarlos por miedo a que generaran rechazo).
Pero mi momento preferido de la entrevista con María Blasco fue cuando, bajando por el ascensor y tomando planos que iban a ser de recursos, de repente me dice: “publicar un nature no tiene mérito; esto ya sabemos hacerlo”. Al salir del ascensor me giré hacia el cámara y le dije “Saty, ho has grabat?”. ”Crec que sí”, respondió. ¿Por qué me interesó tanto? Porque esa frase encierra uno de los grandes mensajes que me gustaría que calaran del programa: estando entre los lugares décimo y undécimo del mundo en índices de publicaciones académicas, España tiene muy buena ciencia básica. Pero esto no es suficiente. Estamos a la cola de Europa en innovación. Quizás es cuestión de tiempo, de cultura, de incentivos, de distancia con la industria, de renovación de personal investigador… No es cuestión de analizarlo ahora, pero sí nos falta sacar más partido práctico de la ciencia, tener una visión más pragmática. Y ya hay centros que están yendo en esta investigación, como por ejemplo el CNIO, que cuenta con un laboratorio químico (al que me llevaba Blasco) donde inician el desarrollo de fármacos para superar el “valle de la muerte” con la industria.

Me gustó la provocación de Blasco al decir que “publicar un nature no tenía mérito” y reflejar que el trabajo del científico —o por lo menos de la institución que lo acoge— no debe detenerse tras la publicación académica de los resultados, permitiendo que otros países más listos se aprovechen.
Fernández-Avilés: Células madre para reparar órganos como el corazón
Además de la preciosa vocación médica de mejorar la vida de los pacientes que transmitía el cardiólogo e investigador Francisco Fernández-Avilés, vimos dos imágenes impactantes.

La primera, la de un hombre en el quirófano que había sufrido un pequeño infarto y tenía una parte de su corazón cicatrizada (muerta), al que le estaban inyectando por un catéter células madre directamente en esa zona del corazón con el objetivo de regenerar esta parte dañada. Impactante porque ya no son estudios en ratones, sino ensayos clínicos directamente en humanos.
La segunda, ni más ni menos que un corazón humano —pionero en el mundo— creado con células madre. ¿Cómo? Se toma el corazón de un cadáver, se le quitan sus células dejando la estructura proteica, que hace de molde, y se añaden células madre del individuo que requeriría un trasplante. “Tardaremos décadas. Somos científicos, no vendedores de humo”, decía Fernández-Avilés con la honestidad de la mayoría de investigadores. Pero, de verdad, vedlo en el programa si no lo habéis hecho ya, porque merece la pena.
Sensores en tu cuerpo y big data en la medicina
Esta parte no cupo en los treinta minutos de programa y nos tocó reducirla a una muy breve intervención mía con taichi de fondo. Pero quería igualmente destacarla, pues es algo que ya empezamos a ver y seguro se incrementará en el futuro: sensores que insertados en nuestro cuerpo irán tomando mediciones constantes, analizando nuestra salud de manera mucho más precisa que una analítica cada 2 años, y sobre todo, avisándonos con antelación de si algo empieza a fallar. Ya hay diabéticos con sensores que miden su glucosa e incluso regulan el suministro de insulina de manera automática. Pero imaginad también que alguien con insuficiencia cardíaca, hipertensión grave, o un enfermo de epilepsia que no conduce por miedo a que le dé un ataque repentino, pudiera tener un dispositivo registrando señales corporales que, a modo de ondas segundos antes del terremoto, le diga: “Atención: parece que podría estar llegando un ataque”.
Carme Borrell: El código postal influye tanto o más que el código genético en la salud
Llegar a los cien años con buena salud depende mucho de nosotros mismos, bastante de la medicina, pero también de factores que no podemos controlar, como la contaminación. Carme trabaja en salud pública; en ver cómo el entorno condiciona la salud de las personas. En el programa tomamos muestras de aire en diferentes puntos de la ciudad y vimos que al borde da la calzada hay muchísima más contaminación por partículas que unos metros más adentro, que el aire también es bastante más puro en un cuarto piso que en una planta baja, o que si sales a correr es mejor hacerlo por el parque o la playa que al lado del tráfico, porque te estarás metiendo de todo en los pulmones.

Pero además de ello, Carme y su equipo coordinan un proyecto europeo que analiza científicamente dónde se debe poner un ascensor, una pequeña zona verde, un centro social, etc., para que tenga el mayor impacto positivo en la salud de los vecinos. “Los cambios en el entorno generan cambios en el comportamiento”, explicaba Carmen, asegurando que esto funciona mejor que la mayoría de campañas de prevención basadas en dar información.
Este resumen me salió más largo de lo que pensaba, pero como aquí no tengo nadie que me corte, así lo dejo 😉 Espero que os estimule a ver el programa, sea ahora o dentro de unos meses, y que añadáis también vuestras impresiones. ¡Saludos!